El robo de la Copa del Mundo

Un cuento de Navidad ambientado en Chad. Un fotógrafo se adentra en este país africano y se va encontrando la pobreza, la crudeza, pero también la esperanza que se abre camino en el país. Personas que ayudan a otras, personas que han sufrido y que intentan comenzar una nueva vida. Y la felicidad que invade a los que menos tienen, aunque nosotros no podamos entenderlo. Carmen de la Rosa enmarca todos estos sentimientos en este nuevo libro, ilustrado maravillosamente por Belén García, enfermera que conoce de primera mano lo que el libro pretende recrear, ya que colabora activamente como...

Daniel quiere ser detective y está convencido de que tiene lo que necesita para convertirse en un buen detective. Incluso tiene su primer caso: descubrir quién se ha comido su bocadillo de queso. Daniel sigue todas las pistas y toma nota en su cuaderno. Pero, ¿será valiente para llegar hasta el final y dejar el caso cerrado?

Morrigan Crow ha vencido una maldición mortal, ha superado las pruebas más peligrosas, y ha logrado unirse a la prestigiosa Sociedad Fabulántica. Los habitantes de Nevermoor tienen muy mal recuerdo del único Fabulantor conocido anteriormente y de sus ataques monstruosos. Por eso temen que Morrigan pueda tener el mismo instinto, desconfiando de ella. Así que, cuando empiezan a desaparecer miembros de la Sociedad Fabulántica, enseguida todos la apuntan como sospechosa.

Los incas tenían sus propias historias; pero hicieron suyos los mitos, leyendas y cuentos de las tribus que sometían. Llegaron a nosotros gracias a los cantares populares y los quipus: una serie de nudos hechos en lanas de colores que representan los números y sonidos del idioma. Estos cuentos, tenazmente conservados por los indígenas, perduran basta hoy. En las noches de luna, alrededor de las hogueras, los ancianos evocan a sus antiguos dioses, las historias de amor, el culto a la naturaleza y las luchas que forjaron su identidad, que nunca perdió la dignidad ante ningún invasor. En...

Estoy bien despierta por ahora, acostada en el borde de un sueño hondo. El fondo no se ve. El agua es viscosa y corrupta. A veces, salen monstruos. Sin embargo, no me asusto. En la vigilia estoy seca y segura: un palazo bien dado y zácate, monstruo al agua. Lástima que con tanto ajetreo no voy a poder dormirme nunca.