La marca del Caos

A finales del siglo XIX Romualdo y Josefa viven un amor prohibido, pues son hermanastros, puesto que sus respectivos padres (ambos viudos) contrajeron matrimonio, por ello se ven en la clandestinidad, hasta que sus padres les descubren y les obligan a separarse; para ello mandan a Josefa a servir a una casa. Al verse separado de su amor, Romualdo decide irse a la Guerra de Independencia de Cuba, pero una vez allí recibe una carta de su amada y de esta forma a través de las cartas que se irán enviando mutuamente el amor que les une se va fortaleciendo cada vez más.

Wealthy, self-made Gunther Schmidt is celebrating his 60th birthday in style: with sixty guests. 'Happy Birthday, old boy!' 'Welcome to the club!' But Gunther doesn't like being sixty. As he casts his eye over the assembled guests, he spots the luscious Linda, girlfriend of the mayor's son -- and just the one to keep him young... So when he goes to bed that night, he resolves to get rid of his boring wife Marion and have Linda instead. But Gunther hasn't bargained for what Linda and Marion think of the matter... 'Un-neurotic, clear-sighted and wickedly irreverent... The perfect antidote to...

Como parte de la celebración de Brasil como país invitado de honor a la 25ª Feria Internacional del Libro de Bogotá – 2012, esta edición conmemorativa de Libro al Viento incluye cuentos seleccionados de algunos de los más reconocidos autores brasileros de los siglos XIX, XX y contemporáneos: Joaquim María Machado de Assís, Afonso Henriques de Lima Barreto, Graciliano Ramos, Clarice Lispector, Rubem Fonseca, Dalton Trevisan, Nélida Piñón, Marina Colasanti, Tabajara Ruas y Adriana Lunardi. Un fascinante recorrido por las letras brasileras, traducido especialmente para los lectores ...

Por regla general, no suele hacernos falta que nos animen en demasía para hablar de nosotros mismos; sin embargo, este librito es resultado de una sugerencia amistosa, e incluso de una cierta presión por lo demás también amistosa. Me defendí con algún denuedo, si bien, con su característica tenacidad, la voz del amigo no cejó en su empeño: «No sé si se da usted cuenta, pero la verdad es que debe usted...». No fue una discusión; no es ése un argumento de peso, pero lo cierto es que cedí de inmediato. ¡Si de veras uno debe... no queda más remedio! La fuerza de una palabra es...