André Breton (1896-1966) fue un influyente escritor, poeta y teórico del arte francés, ampliamente conocido como el fundador del surrealismo. Nacido en Tinchebray, Normandía, su vida estuvo marcada por un profundo interés por la psicología, la filosofía y la búsqueda de lo inconsciente. Tras su participación en la Primera Guerra Mundial, donde sirvió como médico en un hospital, Breton se interesó en las ideas del psicoanálisis, particularmente las teorías de Sigmund Freud, lo que influyó enormemente en su trabajo posterior.
En 1924, Breton publicó el Manifiesto del Surrealismo, un texto clave en el que definió el movimiento surrealista y su objetivo de liberar la imaginación humana. En este manifiesto, Breton proclamó la importancia de lo irracional y lo onírico, buscando fusionar el sueño y la realidad. Estas ideas revolucionarias desafiaron las convenciones artísticas y literarias de la época, promoviendo una ruptura con la lógica y el realismo.
Breton también fue un prolífico escritor de poesía y prosa. Uno de sus trabajos más célebres es Los campos magnéticos, coescrito con Philippe Soupault, que es considerado uno de los primeros ejemplos de escritura automática, una técnica surrealista que buscaba expresar el pensamiento sin la intervención consciente. Este enfoque rompió con las estructuras literarias tradicionales, convirtiéndose en una herramienta fundamental para el desarrollo del surrealismo.
En su búsqueda por explorar la psique humana, Breton estuvo profundamente influenciado por el arte. Su amistad con varios artistas surrealistas, como Salvador Dalí, René Magritte, y Max Ernst, ayudó a crear un puente entre la literatura y la pintura. Breton organizó diversas exposiciones de arte surrealista y escribió varios textos que promovían a estos artistas, consolidando su legado en la historia del arte contemporáneo.
A lo largo de su carrera, Breton fue un defensor incansable de la libertad creativa. En 1935, publicó el Segundo Manifiesto del Surrealismo, donde expandió sus ideas y defendió la mezcla de lo imaginario con lo real. Sin embargo, su relación con algunos de sus contemporáneos fue a menudo conflictiva. Su deseo de imponer un sentido de ortodoxia dentro del surrealismo llevó a rupturas con figuras como Dalí y otros artistas que optaron por interpretaciones más liberales del movimiento.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Breton se trasladó a Estados Unidos, donde continuó su actividad literaria y artística. En 1947, publicó El amante de la vida, una obra que reflejó su intensa visión del mundo y su búsqueda perenne de lo surrealista en la vida cotidiana. A pesar de su exilio, su influencia siguió siendo fuerte, y se convirtió en un importante punto de referencia para numerosos escritores y artistas en América.
El culminante retorno a Francia después de la guerra marcó una nueva fase en la vida de Breton. En 1954, publicó El retorno a lo real, donde reflexionaba sobre la transformación del surrealismo y su propio papel en el movimiento. A lo largo de los años, breton continuó explorando la relación entre la poesía y la política, interesándose en el surrealismo como un arma contra la opresión. Se convirtió en un apasionado defensor de causas políticas y sociales, incluyendo el anticolonialismo y el pacifismo.
André Breton dejó un legado permanente en el mundo del arte y la literatura. Su visión única y provocativa ha influido en generaciones de escritores, poetas y artistas que continúan explorando las fronteras entre lo real y lo imaginario. Su obra sigue siendo objeto de estudio y admiración, y su impacto en el surrealismo ha dejado una huella indeleble en la cultura contemporánea.
Falleció el 28 de septiembre de 1966 en París, dejando atrás un rico legado y una vasta obra literaria que continúa inspirando a las nuevas generaciones a desafiar las normas establecidas y explorar el vasto mundo del inconsciente.